sábado, 8 de noviembre de 2014

La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the body snatchers, 1956)




La invasión de los ladrones de cuerpos, película de terror y ciencia ficción de serie B que, como tantas otras, fantasea con la idea de una invasión alienígena, se ha convertido sin embargo y con todo merecimiento en un clásico ineludible del género, dando lugar a tres remakes (el primero de los cuales, La invasión de los ultracuerpos, ha logrado adquirir igualmente un estatus de culto). Su sencillez y falta de medios se ven ampliamente compensadas por un manejo de la tensión y el misterio espectaculares y por un guión que parte de una idea simple a la que se puede sacar mucho jugo, y que enraiza perfectamente -sin intención, según el autor de la novela- con la paranoia maccarthista según la cual se pueden dar dos lecturas radicalmente distintas, el apoyo o la crítica a su recelo desmesurado. En cualquier caso lo relevante aquí es su estatus como trama de terror y suspense. La metáfora política, en mi opinión, no deja de ser un añadido que cada cual puede interpretar como convenga.



Narrada como un flashback del protagonista, el doctor Miles Bennell, la historia nos lleva a su pueblo natal, a donde vuelve después de pasar unos días fuera. Desde su llegada, Miles se topa con detalles que no le cuadran y empieza a ser consciente de que algo no está en orden... La cinta se toma su tiempo en empezar a hilar todos esos detalles, dando una apariencia de normalidad casi absoluta en la que lo único que nos advierte de que hay algo es la voz en off. Una de las grandes cualidades narrativas que se muestran es la perfecta delimitación de la realidad subjetiva del protagonista. El proceso que se va a exponer lleva ya un tiempo significativo sucediendo en Santa Mira. Sin embargo, la irrupción de Miles nos describe un pueblo perfectamente normal; cuando éste es plenamente consciente de lo que ocurre, hacia la mitad final, nuestro punto de vista de lo que está ocurriendo cambia con el suyo, haciendo caer al espectador en la paranoia que da sentido a la trama.

Y es esta obsesión creciente la que permite que la película cambie su tono radicalmente con una ejecución modélica, pasando del misterio al puro terror psicológico y frenético en cuanto la amenaza se explicita. La transición, aunque en ocasiones peque de parecer brusca y precipitada, se beneficia narrativamente de estar basada al completo en la experiencia de Miles. Un ejemplo está en Jack y Theodora, quienes junto con Becky se convierten en los principales apoyos del protagonista. Jack reaparece después de un lapso de tiempo junto con el psiquiatra: ambos han sido ya captados. Éste se dirige al doctor Bennell y le informa de que Theodora también se ha unido a su causa. Esta afirmación brusca, a la que no se vuelve a hacer mención, no llega a ser probada nunca, físicamente, en la historia. Pero poco importa eso, porque el shock es tan grande para Miles, que no lo cuestiona en ningún momento.



El último tramo de la historia, con toda la locura desatada y los personajes al límite físico y psicológico, es de lejos lo mejor de un filme que administra muy bien su tensión argumental (junto a la perturbadora imaginería de la secuencia de las vainas). La huida constante, la sensación de que todos son enemigos, incluso la fijación de Miles con Becky llega a mosquear, por momentos la trama parece jugar con la idea de que oculta algo, y es que, ¿qué nos dice en un primer momento en el que lo asumimos como un hecho irrefutable, que Becky no ha sufrido ya la transformación? ¿Por qué iba a ser Miles perfectamente capaz de notarlo cuando ha sido incapaz de notar nada fuera de lo común en el padre de Wilma?

Con estos elementos argumentales y su excelente tratamiento, La invasión de los ladrones de cuerpos conforma una historia muy meritoria y llena de cualidades que le otorgan su estatus de clásico del terror y ciencia ficción. Sin embargo no todo reluce en ella y en concreto un aspecto que a mí me molesta es un diálogo que la crítica ha insistido en destacar por su elocuencia. Hablo en concreto, de, y cito textualmente:

-En mi profesión he visto cómo algunas personas iban perdiendo su humanidad, pero eso ocurre lentamente y no de pronto, no se dan cuenta.
-Sólo ciertas personas.
-Todos nosotros un poco, nos endurecemos aunque no lo queramos, sólo cuando tenemos que luchar para seguir viviendo nos damos cuenta que es algo que no tiene precio, algo muy serio, como lo eres tú para mí.



Me gustaría ser capaz de extraer este diálogo de la escena en la que está encuadrado para apreciar dicha elocuencia, pero resulta que dentro de la película es un momento atropellado, gratuito e insultantemente aleccionador, que resulta difícil de creer en la situación de tensión que viven los protagonistas. Y en ese sentido quería meter un poco el dedo en la llaga, porque desde mi punto de vista en ocasiones, al citar frases de un guión, se corre el riesgo de descontextualizar y lo que suena inteligente fuera de un guión puede resultar estúpido y sacado de la manga dentro del mismo, y al revés. No es la primera vez que me ocurre con una cita sacada de contexto y creo que se debe tener especial cuidado con eso. Aunque en este caso, todo hay que decirlo, parece que el problema es solamente mío.



Por otro lado el filme tiene otra grandísima carencia, aunque en esta ocasión es impuesta por el estudio. Y no es otra que su horrendo final. Que la película coquetee con dos posibles conclusiones más dramáticas y alarmistas, y a mi juicio, mucho más acertadas, no mejora las sensaciones que da este momento en el que un giro de 180 grados de repente se carga el marcado negativismo de la historia con una conclusión facilona y anticlimática.

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